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Fatiga post-vacacional: qué es y cómo combatirla de forma segura

 
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Con la llegada de septiembre es muy habitual escuchar la expresión “síndrome post-vacacional”. Muchas personas la utilizan para describir esa sensación de cansancio, apatía o incluso tristeza que aparece tras reincorporarse al trabajo o a los estudios después del verano. Aunque no se trata de una enfermedad reconocida en los manuales médicos, sí es un fenómeno real que afecta a miles de personas cada año y que merece atención, especialmente porque puede confundirse con otros problemas de salud más serios.

 

¿Qué es realmente la fatiga post-vacacional?

Durante las vacaciones solemos romper rutinas: descansamos más, reducimos el nivel de estrés, dedicamos tiempo a actividades de ocio y, en general, nos permitimos vivir de manera más relajada. El contraste con la vida laboral o académica es tan grande que, al volver, el organismo necesita un periodo de adaptación física y mental.

En ese tiempo pueden aparecer síntomas como:

  • Cansancio generalizado.
  • Dificultad para concentrarse.
  • Alteraciones del sueño.
  • Irritabilidad o bajo estado de ánimo.
  • Dolor de cabeza o molestias digestivas leves.

Lo importante es entender que este malestar suele ser transitorio y tiende a desaparecer en unos días o, como máximo, en dos semanas, a medida que el cuerpo se adapta de nuevo al ritmo cotidiano.

 

Diferencia entre fatiga y astenia

Es fundamental diferenciar entre una fatiga post-vacacional normal y lo que en medicina llamamos astenia.

  • Fatiga post-vacacional: aparece tras un cambio de rutina, mejora con el descanso y con la readaptación progresiva a los horarios.
  • Astenia: es un cansancio persistente, que no se resuelve con el sueño y que puede deberse a causas médicas (déficits nutricionales, alteraciones tiroideas, anemia, depresión, infecciones, etc.).

👉 Este punto es clave: si el cansancio se mantiene más de dos semanas o interfiere de manera importante con la vida diaria, conviene consultar con un profesional de la salud para descartar otras causas.

 

¿Qué papel tienen las vitaminas, minerales y adaptógenos?

Desde la farmacia, hay varios recursos que pueden ser útiles en esta etapa:

  • Complejos vitamínicos: están indicados en personas que, tras el verano, mantienen una dieta desequilibrada o insuficiente. No son una solución mágica, pero sí pueden ayudar a mejorar la sensación de energía cuando existen déficits.
  • Magnesio y vitamina B6: la combinación de ambos contribuye al funcionamiento normal del sistema nervioso y ayuda a reducir el cansancio y la fatiga.
  • Adaptógenos naturales: como el ginseng, la rodhiola o la ashwagandha, que mejoran la resistencia al estrés y favorecen el rendimiento físico y mental. Son especialmente interesantes en personas que sienten agotamiento mental o dificultad para concentrarse.
  • Coenzima Q10: un antioxidante que interviene en la producción de energía celular y puede ser beneficioso en casos de fatiga persistente.
  • Melatonina: esta hormona es clave para conciliar el sueño. En casos puntuales, como insomnio transitorio o cambios bruscos de horario, la suplementación con melatonina puede ayudar a recuperar un patrón de descanso más estable. No obstante, siempre debe utilizarse bajo consejo profesional, y en dosis bajas y temporales.
  • Triptófano: es un aminoácido esencial presente en alimentos como el plátano, el pavo, la avena o los frutos secos. El triptófano es precursor de la serotonina y la melatonina, neurotransmisores fundamentales para el bienestar emocional y el sueño. Incluir estos alimentos en la dieta, especialmente en la cena, puede ser de gran ayuda.

Siempre es importante recordar que estos productos deben tomarse bajo consejo profesional y de forma personalizada, porque no todas las personas necesitan lo mismo.

 

Estrategias no farmacológicas para vencer la fatiga

Más allá de los suplementos, hay cambios en el estilo de vida que resultan mucho más determinantes:

  1. Sueño reparador: priorizar las 7-8 horas de descanso nocturno, con horarios regulares. Dormir bien es la base para recuperar energía.
  2. Alimentación equilibrada: frutas, verduras, cereales integrales, proteínas magras y grasas saludables ayudan a mantener un metabolismo activo. Reducir el exceso de café y azúcares evita picos de energía seguidos de bajones.
  3. Ejercicio físico regular: aunque pueda parecer contradictorio, moverse ayuda a reducir el cansancio. Caminar, nadar o practicar yoga son actividades que elevan las endorfinas y mejoran el ánimo.
  4. Organización progresiva: retomar el trabajo o los estudios de forma escalonada, sin pretender recuperar todo de golpe, reduce la sobrecarga mental.
  5. Tiempo para uno mismo: mantener alguna actividad de ocio o relax de las vacaciones (leer, pasear, escuchar música) puede servir como “válvula de
  6. Recuperar progresivamente los horarios: si vienes de acostarte tarde, adelanta la hora de dormir y de despertar unos 15-20 minutos cada día hasta llegar al horario deseado.
  7. Exposición a la luz solar matinal: la luz natural es el principal sincronizador de nuestro reloj interno. Salir a caminar o desayunar cerca de una ventana con luz natural ayuda a que el cuerpo entienda que es hora de activarse.
  8. Evitar pantallas por la noche: móviles, tablets y ordenadores emiten luz azul, que inhibe la secreción de melatonina y retrasa el sueño. Lo ideal es desconectar al menos una hora antes de acostarse.
  9. Cenar ligero y temprano: una digestión pesada puede retrasar el inicio del sueño. Las cenas equilibradas, con proteínas ligeras y vegetales, son mejores aliadas para descansar bien.
  10. Rutinas de relajación: leer un libro, practicar meditación o tomar una infusión relajante puede ser un buen ritual para “avisar” al cuerpo de que es hora de dormir.

 

CONSEJO

La fatiga post-vacacional no es una enfermedad, sino una respuesta natural del cuerpo a un cambio brusco de rutinas. Lo importante es escuchar a nuestro organismo y acompañarlo en este proceso de readaptación, combinando hábitos saludables con, en algunos casos, el apoyo de la suplementación adecuada.

El mensaje clave es que septiembre no tiene por qué vivirse como una cuesta arriba interminable. Con planificación, autocuidado y, si es necesario, el consejo del farmacéutico, la transición puede ser mucho más llevadera y convertirse en una oportunidad para retomar la rutina con energía renovada.

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